Llueve por fuera,
y tú, llueves por dentro.
Quién fuese lluvia para camuflar las lágrimas de tu dolor.
Recorrer tu rostro liso
y calar las prematuras arrugas de tu corazón.
Serpentear por tu cuerpo,
enseñándote, que siempre hay recorridos nuevos.
Abstraerte en la belleza de la transparencia
para que olvides, la gran inclemencia
que te ofrece la existencia.
Te condena el hambre y el frío,
mientras la posible muerte baila con tu destino.
Quién fuese agua, para borrar sus pasos y,
condenarlos a ellos, a un muy lejano destino.
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